Tomé mi primer curso en línea antes del boom de cursos gratuitos de alta calidad. En esos tiempos pre-YouTube había una oferta mucho menor de cursos que hoy en día, y tenían un costo mucho más alto. Mi experiencia con este primer curso fue muy buena: tenía acceso a videos que podía ver cuando quisiera y, cuando estaba listo, tenía que resolver una tarea y enviar mis respuestas. Lo mejor era que había un maestro que en verdad leía cómo yo había pensado la tarea y me brindaba retroalimentación muy útil. En seis meses tomando este curso, ese solo maestro, escribiendo por e-mail desde una ciudad a mil kilómetros de la mía, me dio más retroalimentación que mis veinte maestros de prepa en tres años. Escuela 0-1 Cursos en línea. La escuela jugaba de local y empezaba a desperdiciar su ventaja.

Mi siguiente experiencia no fue un curso en línea, sino un curso offline en la computadora. Si bien no había interacción alguna con personas, el programa tenía la cualidad de un videojuego: te brindaba unas reglas muy sencillas y después te retaba a lograr el resultado deseado una y otra vez. El programa se llama Rosetta Stone y sirve para aprender idiomas. Lo que me encanta es que no involucra traducción alguna, de forma que te enseña a pensar en el nuevo idioma desde el inicio. El medio es una secuencia de imágenes cuidadosamente seleccionadas que refieren a significados cada vez más complejos, pasando de “una mujer” a “la mujer está comiendo” a “la niña lleva una camiseta blanca” en cuestión de unas semanas. Las versiones más recientes del programa se ven más modernas que la que yo usé, pero su esencia es igual de sencilla y eficaz.

La prueba de que aprendí bien con ese curso, el cual complementé con libros de texto comprados en librerías de viejo, fue que en unos años ya era capaz de leer libros o páginas web sobre el tema que yo quisiera, en el nuevo idioma—lo cual era una de mis principales motivaciones cuando comencé a aprenderlo.

Unos años después me enteré que en la universidad había un programa que te asignaba un estudiante alemán que aprendía español, para que tú y él intercambiaran e-mails en ambos idiomas y se ayudaran a aprender. La idea era buena en principio, pero la experiencia de un semestre dejó mucho que desear. La razón es que alguien más dictaba los temas sobre los cuales los estudiantes debíamos escribir. En la primera semana, debíamos escribir sobre la comida en nuestro país, en la siguiente, sobre la familia… todos esos temas “neutrales” que se usan en las escuelas de idiomas. Me asignaron una chica alemana, con la cual intercambié 10 o 12 e-mails a lo largo de un semestre, corrigiéndonos mutuamente los escritos. Al final, ambos recibimos un diploma de nuestras respectivas universidades por haber participado en este proyecto. Pero no tengo mayor recuerdo de estos intercambios. Y no sentí que mi capacidad comunicativa mejorara gracias a ellos.

Entonces conocí lang-8.com. Se trata de una red social con el propósito específico de que la gente se ayude mutuamente a escribir mejor en diferentes idiomas. Tú subes tu escrito, sobre el tema que quieras y con la extensión que quieras, y todas las personas que hablan bien ese idioma lo ven en su feed. Dan click en el texto y, si lo desean, pueden corregirlo. Tú haces lo propio con escritos en tu idioma hechos por aprendices del mismo. Así que das y recibes, pero no necesariamente a la misma persona. Aquí me di vuelo escribiendo sobre las cosas que en verdad me interesaban en ese tiempo. Y las correcciones que recibía eran simplemente d-e  p-r-i-m-e-r-a. Llegaban a escribirme cosas como “esto se escucha bien, pero para mejorar la coherencia con el párrafo anterior podrías decirlo así”.

Correcciones en Lang-8.com

Hasta la fecha no sé si estas personas tenían certificaciones especiales en redacción, o eran personas “normales” como yo, simples entusiastas de la escritura clara y coherente. El punto es que un día después de subir tu escrito ya tenías tu corrección, y la leías con la mayor atención porque te estaban ayudando, con una calidad casi profesional, a expresarte mejor sobre cosas que te interesan. Olvídate de ningún diploma de participación. Ahí el aprendizaje era visible y continuo.

Escuela 0-2 Cursos en línea.

Hubo una tercera ocasión en la que aprendí un mismo tema en la escuela y en línea. El tema es “métodos cualitativos de investigación en ciencias sociales”. El nombre espanta, pero entiendo que se trata de cómo interpretar datos sobre lo que las personas dicen o hacen. Una habilidad importante es la de entrevistar a personas y hallar el sentido explícito e implícito en lo que dicen. En el curso en la universidad, la maestra nos encargó investigar la concepción de Dios que tienen los niños. Cada quien tenía que entrevistar a un niño sobre ese tema, dejando que afloraran sus propias respuestas y sentidos, luego transcribir sus respuestas y finalmente interpretarlas en equipos. En el curso análogo de coursera.org, el tema era cómo definen las personas la felicidad. De igual forma, tenías que entrevistar a una persona sobre ese tema, transcribir la entrevista, y brindar tu interpretación. Al final, cinco compañeros virtuales que tomaban el curso al mismo tiempo que tú evaluaban tu trabajo.

Las tareas en el curso de coursera son revisadas por los compañeros con base en rúbricas.

La diferencia principal era que en la universidad las personas estaban presentes y podías interactuar con ellos con mayor libertad, mientras que, en línea, la interacción se daba sólo por escrito y se reducía a una evaluación con rúbrica. De cualquier forma, siento que ambos ejercicios contribuyeron a desarrollarme como entrevistador, una habilidad central en mi trabajo actual.

Marcador final: Escuela 1-3 Cursos en línea.


Comentarios post-partido

El futuro del aprendizaje no es el futuro de la escuela, como insisten hoy en día los visionarios de la educación. Me parece que los cursos en línea subrayan este hecho, y salen muy bien parados cuando se les compara con la escuela en términos de su impacto de aprendizaje.

Para terminar quisiera extraer, de mi experiencia recién narrada, las que considero las mayores fortalezas de los cursos en línea.

La primera es su inmensa oferta. No he encontrado un tema sobre el cual no exista algún tipo curso en línea—ya sea uno estructurado y ofrecido por una universidad top, o uno informal constituido por una playlist de YouTube. Cuando tomé mi primer curso en línea, los cursos de las universidades top tenían costos que los hacían difícilmente accesibles. La solución la procuró coursera.org hace unos años, al reunir a los profesores que eran expertos en sus áreas y tenían algunos materiales sueltos con los equipos técnicos que sabían como empaquetar estos materiales en la forma más bella y amigable posible. Los MOOCS (Massive Online Open Course) de coursera son rigurosos. El aprendiz virtual que se compromete con uno tiene que realizar trabajo detallado y reflexivo, y entregarlo para revisión en fechas definidas, si es que quiere completar el curso. Las tareas que te encargan son las mismas tareas que haría un estudiante en un curso universitario presencial, como ilustran mis ejemplos de las entrevistas. Una diferencia con la universidad es que, en los MOOCS, la revisión de las tareas no está a cargo del profesor, sino de los mismos compañeros que están tomando el curso en el mismo mes que tú.

Lo cual me lleva a la segunda fortaleza de los cursos en línea: su capacidad de reunir a personas que no son expertos en un campo sino sólo aprendices comprometidos, y que están dispuestos a intercambiar lo mejor de sus capacidades. Arriba narré dos ejemplos de esto. Uno es el intercambio de correcciones que ocurre en lang-8.com. Otro es el intercambio que ocurre en los MOOCS de coursera cuando tus compañeros revisan tus tareas y tú revisas las de ellos. En mi experiencia, ambas, su revisión y sus tareas, eran en general de una gran calidad. Nadie estaba haciendo que tomaba un cursito o haciendo que escribía una tareíta, todos lo tomábamos con seriedad. Quizá lo único que echabas de menos es que nunca tenías la oportunidad de interactuar con tus compañeros más allá de este intercambio por texto. Se puede tener todo en la vida, pero nada más.

Una tercera fortaleza es la flexibilidad. Puedes leer los materiales y ver los videos exactamente a tu propio ritmo. Puedes repetir los videos tantas veces como necesites. Puedes salirte del curso si te pareció demasiado fácil o demasiado difícil, y encontrar uno a tu medida y con el cual te quieras comprometer. Incluso los MOOCS que tienen fechas fijas de inicio y término ofrecen flexibilidad en tanto que pueden consultarse en todo momento, si bien sin el beneficio del certificado. En general, para los cursos con más demanda, cada mes comienza un curso formal.

Finalmente, hay dos cosas que me gustaría investigar: ¿cuáles son las experiencias que otras personas han tenido con los cursos en línea? ¿Tengo un sesgo a su favor, u otras personas también los han encontrado igual de enriquecedores? Quizá a mi no me fue tan bien en la escuela y por eso la hago ver tan mal en mi evaluación, pero a otros sí les fue bien en la escuela y pueden ver con más claridad las desventajas de los cursos en línea.

Mi otra pregunta es ¿cuál es el impacto cuantitativo que las MOOCS y otros cursos en línea tienen actualmente a nivel mundial? ¿Le están ganando algún terreno a la escuela? ¿Gozan de reconocimiento social y profesional? Mientras escribo esto, acabo de recibir un e-mail titulado “The growing market of alternative credentials”. Reconoce que el aprendizaje profesional trasciende a la universidad y contiene la liga a un reporte que brinda “un contexto del proceso de transformación que atraviesan las universidades hoy en día;… una mirada al creciente mercado de certificaciones alternativas, y una mirada a las iniciativas que están moldeando su futuro”. Da en el clavo. Si bien las universidades han perdido el monopolio del aprendizaje, retienen aún el de la certificación.

La respuesta a mi duda llegó por Wifi, como mucho de mi mejor aprendizaje desde hace quince años.


¡Gracias por leer!

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