Nos podemos preguntar cuál es el propósito de un sistema educativo, y, desde luego, hay agudas diferencias al respecto. Existe la interpretación tradicional que viene de la Ilustración y que sostiene que la mayor meta en la vida es investigar y crear, buscar las riquezas del pasado, tratar de interiorizar aquellas partes de ellas que son significativas para ti y proseguir la búsqueda por entender a tu propia manera. El propósito de la educación desde este punto de vista es simplemente ayudar a las personas a encontrar las formas de aprender por ellas mismas. Eres tú, el aprendiz, el que va a tener logros a lo largo de su educación, y depende en realidad de ti lo que llegarás a dominar, hacia dónde irás, cómo lo usarás, cómo le harás para producir algo nuevo y emocionante para ti y quizá para los demás.
Ése es un concepto de educación. El otro concepto es esencialmente adoctrinamiento. La gente piensa que, desde la infancia, hay que poner a los jóvenes en un molde en el que seguirán órdenes, aceptarán los marcos existentes sin cuestionar, etcétera, y esto es a menudo bastante explícito. Así, por ejemplo, después del activismo de los años 1960’s había una gran preocupación de parte de un amplio sector educado de que los jóvenes se estaban volviendo demasiado libres e independientes, que el país (Estados Unidos) se estaba volviendo demasiado democrático y demás; y de hecho hay un estudio importante sobre lo que llamaron “la crisis de la democracia”—demasiada democracia—que argumentaba que existen ciertas instituciones que son responsables por el adoctrinamiento de los jóvenes, y que no están haciendo bien su trabajo. Eran las escuelas, las universidades, las iglesias, y las tenemos que cambiar para que realicen su trabajo de control adoctrinario más eficazmente. Eso provenía del sector liberal internacionalista, el sector de la opinión educada. Y, de hecho, desde entonces se han tomado muchas medidas para tratar de cambiar el sistema educativo hacia un mayor control, mayor adoctrinamiento, más formación vocacional, se impone una carga que condena a los estudiantes y los jóvenes a una vida de obediencia y demás.
Eso es el opuesto de lo que mencioné antes como la tradición que proviene de la Ilustración, y hay una lucha constante entre ambos. En las universidades y las escuelas, ¿enseñas para pasar exámenes o formas en investigación creativa, en seguir los intereses que te generó el material presentado y que quieres investigar ya sea por ti mismo o en cooperación con otros? Esto ocurre hasta el nivel de posgrado y la investigación, son dos modos diferentes de ver el mundo. Cuando llegas, digamos, a una institución de investigación como en la que estamos actualmente (el Instituto Tecnológico de Massachusetts, MIT), en el nivel de posgrado, se sigue esencialmente la tradición de la Ilustración. En realidad, la ciencia no podría progresar si no estuviera basada en inculcar la necesidad de retar, de cuestionar la doctrina, cuestionar la autoridad, buscar alternativas, usar tu imaginación, actuar libremente siguiendo tus propios impulsos. El trabajo cooperativo con los demás es constante aquí como puedes ver simplemente caminando por los pasillos. Ésa es mi visión de lo que debería ser un sistema educativo desde el jardín de niños, pero ciertamente hay estructuras poderosas en la sociedad que preferirían que la gente fuera adoctrinada, se amoldara, no hiciera demasiadas preguntas, fuera obediente, realizara los roles asignados y no tratara de sacudir los sistemas de poder y de autoridad. Ésas son las decisiones que tenemos que tomar como personas del sistema educativo, donde sea que nos encontremos—como estudiantes, maestros, como gente tratando de moldearla desde afuera en la dirección que pensamos que debería ir.
El papel de la tecnología
Bueno, ciertamente ha habido un crecimiento sustancial en tecnología—tecnología de comunicación e información, acceso, intercambio—sin duda se trata de un cambio importante en la cultura y la sociedad. Pero debemos tener en mente que los cambios tecnológicos que están ocurriendo ahora, si bien son significativos, probablemente son mucho menos radicales que los que ocurrieron, digamos, hace alrededor de un siglo. Tomemos sólo la comunicación. El cambio de la máquina de escribir a la computadora o el teléfono o el email es significativo pero no se compara con el cambio de un barco al telégrafo. Es decir, el tiempo que eso acortó en comunicación, digamos, entre Inglaterra y los Estados Unidos, fue extraordinario en comparación con los cambios que están ocurriendo actualmente, y lo mismo ocurre en otros tipos de tecnología. Como la introducción de la plomería, por ejemplo, la plomería generalizada en las ciudades, tuvo un enorme efecto en la salud, mucho más que el descubrimiento de los antibióticos.
Así que los cambios son reales y significativos pero debemos reconocer que han ocurrido otros cambios que de ciertas formas fueron más dramáticos. Con respecto a la tecnología en el campo educativo, la tecnología es básicamente neutral. Es como un martillo, es decir, al martillo no le importa si lo usas para construir una casa o si un torturador lo usa para romperle el cráneo a otra persona. El martillo puede hacer las dos cosas—y lo mismo ocurre con la tecnología moderna, el internet y todo eso. El Internet es extremadamente valioso si sabes lo que estás buscando, yo lo uso todo el tiempo para investigar y estoy seguro que todos lo hacen. Si sabes lo que estás buscando y tienes algún marco de comprensión que te dirige hacia ciertas cosas y te permite dejar otras de lado, entonces el Internet puede ser una herramienta muy valiosa. Desde luego, siempre tienes que estar dispuesto a preguntar “¿es adecuado mi marco?” Quizás debo modificarlo, quizás algo que observo me lleva a cuestionarlo y debo repensar mi manera de ver las cosas. Pero no puedes realizar ningún tipo de investigación sin un marco relativamente claro que guía tu investigación y te ayuda a seleccionar lo que es significativo y lo que no lo es, lo que puede dejarse de lado y lo que debe ser explorado, lo que debe ser cuestionado, lo que debe ser desarrollado, etcétera. No puedes esperar que alguien se vuelva un biólogo, digamos, simplemente dándole acceso a la biblioteca de biología de la Universidad de Harvard y diciéndole: “explora”—no sacaría nada de eso.
Y el Internet es igual excepto que ampliado enormemente. Si no entiendes y sabes lo que estás buscando, si no tienes una idea clara de lo que importa—siempre con la disposición de cuestionar si parece que la dirección que estás tomando no es la correcta—si no tienes eso, explorar el Internet se vuelve buscar ‘datoides’ aleatorios que no significan nada. Así que cuando usamos la tecnología contemporánea—el Internet, los sistemas de comunicación, las gráficas, lo que sea—a menos que detrás de este uso se encuentre un aparato directivo bien construido, es poco probable que nos sea útil, y de hecho puede ser dañino. Por ejemplo, la exploración azarosa por el Internet es una forma de generar cultos: toma un ‘datoide’ de aquí, otro de allá, alguien más lo refuerza y de pronto tienes una idea con alguna base factual pero sin ninguna relación con el mundo. Tienes que saber cómo evaluar, interpretar y entender. En biología, por retomar el ejemplo, la persona que gana el Premio Nobel no es la persona que leyó más artículos o tomó más notas, es la persona que supo qué buscar. Y cultivar la capacidad de buscar lo que es significativo—siempre dispuesto a preguntarte si estás en la pista correcta—eso debería ser la esencia de la educación ya sea que se usen computadoras y el Internet o libros, lápiz y papel.
La educación como costo o como inversión
Se discute la educación en términos de si se trata de una inversión valiosa, si genera capital humano que se puede usar para el crecimiento económico y demás. Me parece que ésa es una forma muy extraña, muy distorsionada de plantear la pregunta. ¿Queremos tener una sociedad de personas libres, creativas e independientes que son capaces de apreciar y aprovechar los logros culturales del pasado y añadir a ellos? ¿Queremos eso o queremos gente que puede aumentar el producto interno bruto? No son necesariamente la misma cosa. Y una educación del tipo que, por ejemplo, Bertrand Russell, John Dewey y otros tenían en mente y que es valiosa en sí misma, cualquiera que sea su impacto en la sociedad es una educación valiosa porque ayuda a crear mejores seres humanos. Y después de todo, ése debería ser el propósito de un sistema educativo. Por otro lado, si quieres verlo en términos de costos y beneficios, en particular las nuevas tecnologías de las que recién hablábamos, ¿de dónde salieron? Pues, en realidad, gran parte de ellas se desarrollaron justo donde estamos sentados ahora. Debajo del lugar donde estamos ahora había un gran laboratorio en los 1950’s—donde yo estaba empleado—que tenía muchos científicos, ingenieros, gente con todo tipo de intereses, filósofos, otros, que estaban trabajando en desarrollar las herramientas tecnológicas básicas que hoy comparten las computadoras y el internet, por ejemplo, y gran parte de ellas estuvieron en el sector público por décadas, financiadas en lugares como éste donde la gente estaba explorando nuevas posibilidades que eran insólitas en su tiempo. Y algunas funcionaron y otras no, y las que funcionaron finalmente se convirtieron en herramientas que la gente puede utilizar.
Y así es como ocurre el progreso científico, así es como ocurre el progreso cultural en general. Los artistas clásicos, por ejemplo, provinieron de una tradición de artesanos que se desarrolló durante largos periodos a través de maestros artesanos, y a veces podías pararte en sus hombros para crear cosas nuevas y sorprendentes. Pero no viene de la nada, si no existe un animado sistema cultural y educativo orientado hacia animar la exploración creativa, el pensamiento independiente, la disposición a cambiar, a cruzar fronteras, a cuestionar las creencias aceptadas y demás, si no tienes eso no vas a tener la tecnología que puede llevar a ganancias económicas—aunque no creo que ése sea el principal objetivo de la cultura y la educación.
Autonomía vs evaluación
Existe, particularmente en el periodo reciente, un creciente enfoque en la educación hacia pasar exámenes. Tomar exámenes puede tener cierto valor, tanto para la persona que lo está tomando—para ver lo que sé, donde me encuentro, lo que he logrado—y para los maestros—qué debe cambiarse y mejorarse en el desarrollo del plan de enseñanza. Pero más allá de eso, en realidad te dicen muy poco. Por muchos, muchos años he sido parte de comités de admisión para entrar a un programa avanzado de posgrado, uno de los más avanzados que hay, y desde luego le damos cierta importancia a los exámenes, pero no demasiada. Es decir, alguien puede salir magníficamente bien en todos los exámenes y entender muy poco. A todos los que hemos pasado por escuelas y universidades esto nos resulta bien conocido: puedes estar en algún curso que no te interesa, pero en el que tienes la presión de pasar un examen, y estudias mucho para él y te va muy bien, y unas semanas después te olvidas hasta de cuál era el tema. Estoy seguro que todos hemos tenido esa experiencia, sin duda yo la he tenido. Los exámenes pueden ser un instrumento útil si contribuye a los propósitos constructivos de la educación. Si es sólo una serie de obstáculos que debes saltar, pueden volverse no sólo irrelevantes sino incluso pueden distraerte de lo que en realidad deberías estar haciendo.
Noto esto continuamente cuando hablo con maestros. Sólo para darte un ejemplo, hace algunas semanas estaba hablando frente a un grupo que incluía muchos maestros. Una de ellas enseñaba el sexto grado, con niños de entre diez y doce años. Me abordó al final, y yo había estado hablando sobre estas cosas, y ella me contó una experiencia que recién había tenido en su grupo: después de una clase, una pequeña se le acercó y le dijo que estaba muy interesada en algo que se presentó y le preguntó a la maestra si podía darle algunas ideas sobre cómo seguirlo investigando, y la maestra se sintió obligada a decirle “lo siento pero no puedes hacer eso, tienes que estudiar para pasar el examen nacional que va a determinar tu futuro y—la maestra no lo dijo pero—va a determinar mi futuro”.
El sistema actual está orientado a hacer que los niños brinquen obstáculos pero no a que aprendan y comprendan y exploren. A esa niña le hubiera beneficiado más si le hubieran dejado explorar lo que le interesaba, aunque quizás no le fuera tan bien en el examen—que trataba de cosas que no le interesaban, y que de todas formas volvería a aparecer más adelante, cuando coincidieran con sus intereses y sus inquietudes. Así que no digo que las pruebas deberían ser eliminadas, pueden ser una herramienta educativa útil pero auxiliar, algo que sólo nos ayuda a mejorar, a los maestros, lo que estamos haciendo, y nos dice qué deberíamos cambiar. Pero pasar exámenes no se compara con buscar, con indagar, con explorar temas que nos interesan y nos emocionan—eso es mucho más importante que pasar pruebas. De hecho, si te dan la oportunidad de tener una trayectoria académica de ese tipo, vas a recordar las cosas que descubras. Había un físico famoso, de renombre mundial, justo aquí en MIT, que enseñaba a los alumnos de nuevo ingreso como muchos de los profesores más experimentados. Alguna vez contó que estos estudiantes le preguntaban: “¿qué vamos a cubrir este semestre?” y su respuesta común era, “no importa lo que cubramos, lo que importa es lo que ustedes descubran”. Y así es, enseñar debe ser alentar a los estudiantes a descubrir por su cuenta, a cuestionar si no están de acuerdo, a buscar alternativas si creen que existen otras mejores, a descubrir los grandes logros del pasado y tratar de dominarlos por ellos mismos porque les interesan. Si se enseña de esa forma, los estudiantes se beneficiarán de verdad, y no sólo recordarán lo que estudiaron sino que lo usarán como una base para continuar por ellos mismos. Y, de nuevo, el objetivo de la educación es simplemente ayudar a los estudiantes a llegar al punto en el que pueden aprender por ellos mismos, porque eso es lo que tendrás que hacer por el resto de tu vida, no sólo absorber material que te dan desde afuera y repetirlo.