¿Puede un estudiante enseñar a un compañero? Ésta es una de las primeras preguntas que se hacen los maestros interesados en empezar una red de tutoría en su salón de clases. ¿No ocurrirá que si, después de estudiar su tema, un alumno se queda con una idea errónea, ésta se transmitirá en la cadena de tutoría? El riesgo es innegable. A pesar de él, nosotros promovemos la tutoría entre pares como medio para multiplicar las oportunidades de aprender y dialogar para todos los estudiantes.

Además, convencidos desde un inicio de que la práctica de la tutoría sería ocasión de aprender para el tutor mismo, la experiencia nos ha mostrado que la red de tutoría es también una escuela de convivencia en sentido profundo. Meixi Ng, nuestra colega de Singapur, ha descrito en detalle la transformación interpersonal que ocurre cuando los estudiantes comparte con el maestro la responsabilidad de enseñar a sus compañeros. Aquí me voy a reducir a otro aspecto que surge como ganancia de la tutoría entre estudiantes: ellos adquieren la capacidad de aprender y enseñar en diálogo con otras personas, fuera de la escuela.

Esta capacidad es valiosísima, porque un estudiante que posee la habilidad de dialogar e intercambiar conocimientos con sus padres, sus hermanos, sus primos y amigos es capaz de enriquecer su vida y la de los demás a través de este intercambio continuo. (Más adelante ilustraré este punto con los testimonios de algunos exalumnos que vivieron la tutoría en secundaria.)

Lamentablemente, en la escuela tradicional, los estudiantes en general no adquieren esta capacidad de aprender y enseñar en diálogo. Con frecuencia, la escuela ni siquiera los motiva lo suficiente para querer compartir a sus padres de qué se trató la lección del día. El aprendizaje escolar queda, en general, confinado a la escuela misma. De la misma forma, se desperdician muchas oportunidades de aprender y enseñar en el contexto familiar y comunitario, fuera de la escuela.

 

El proceso de enseñanza- aprendizaje: impredecible por naturaleza

Permítanme, antes de presentar la ganancia que representa la tutoría entre pares, atajar la objeción de que esta tutoría es ocasión de surgimiento y propagación de errores. En el fondo de esta objeción está la idea de que, mediante el método tradicional, se evitarían estos errores. Sin embargo, la evidencia nos muestra que éste no es el caso. Por un lado, los maestros con formación y experiencia, dictando una clase convencional, podemos también presentar ocasionalmente alguna idea incorrecta, como podrá constatar cualquier maestro. Por otro lado, aún cuando nuestras explicaciones sean perfectamente correctas, pueden no detonar en los estudiantes el aprendizaje que esperamos. Un ejemplo de esto, en la enseñanza de la ciencia, ha sido descrito en otro artículo. Urs Ruf va más allá al señalar que “no existe ninguna teoría de aprendizaje conocida para llevar al estudiante con seguridad del punto A al punto B como resultado de la enseñanza”. [1]

Más que una anomalía, los errores conceptuales de los estudiantes son elemento esencial del proceso de aprender. La estructura autoritaria del salón convencional, caracterizado por el monólogo en la dirección maestro-> alumno, meramente oculta este hecho, sólo para revelarlo estrepitosamente en las pruebas escritas al final del ciclo.

Desde esta visión, el hecho de que los errores conceptuales de los estudiantes se hagan visibles en tutoría es una ventaja. Si es atento, un maestro que guía una red de tutoría podrá notar estos errores –ya sea durante el diálogo entre estudiantes, o durante la demostración pública, o al leer los registros de aprendizaje– y tendrá la oportunidad de cuestionar estos conceptos erróneos y guiar a los estudiante a cambiarlos. El maestro que dicta clase, por el contrario, en general tiene que conformarse con las miradas que lo evitan cuando pregunta “¿todos entendieron?”

 

El diálogo: multiplicador del aprendizaje en la familia y la comunidad

Para los estudiantes que se vuelven tutores, una experiencia común es descubrir y explotar posibilidades de aprender y enseñar en diálogo con las personas que integran su comunidad más allá del salón de clases. A ello atestiguan jóvenes que trabajaron con tutoría en escuelas telesecundarias de Zacatecas y que, al momento de brindar su testimonio, cursaban la preparatoria.

Las posibilidades de intercambio incluyen compartir con los padres los aprendizajes del día, de una forma más extensa que lo hacían antes. Juliana Estrada cuenta:

“yo recuerdo que cuando, de recién que entré y llegaba, por decir, el primer día de clases y [mis papás] me preguntaban “¿cómo te fue?” y, y yo así “bien” y ya hasta ahí se cortaba la plática. Pero ya después de que fui siguiendo con la tutoría, de que platicaba con mis compañeros, porque también, hablar con los compañeros yo sentía que era un riesgo de “ay, es que no me van a querer hablar”, o así. Y ya trabajando con lo que es el diálogo, ya llegaba a mi casa y “¿cómo te fue hija?”, “ah, mira mamá, aprendí esto, descubrí esto”.

Otra forma en que los estudiantes comparten con los miembros de la familia es a través del mismo diálogo tutor que practican en la escuela. Víctor Jara describe que, en su tercer año trabajando con tutoría:

“empecé a trabajar una forma diferente porque el diálogo con mis padres era diferente, no había… por ejemplo, me ponía a platicar con ellos  y ayudarles a mis hermanos. Mi papá me empezaba a explicar lo que él sabía de sobre la biología, sobre el campo, y cuando yo le empecé a explicar lo que yo sabía se quedó fascinado, dijo ¿cómo aprendistes eso?, yo le dije investigando, gracias a la maestra. Este… lo invité, se sentó un dia a trabajar un tema conmigo, mi papá, y me dijo ¿y ahora qué? Ya es hasta aquí?  Le dije no, usted puede hacerlo hasta donde usted quiera. Entonces él ahorita lo trabaja conmigo en la casa, con mis hermanos, trabajamos temas él y yo.”

Sandra Espinosa da cuenta de una experiencia similar:

“tengo una hermana que va en tercero de secundaria y ella a veces me pide apoyo. Y como sabe que el profe Rito trabajaba de esa manera, eh, ella nada más me pregunta “¿cómo se le hace aquí?, y ya, yo trato como una tutoría en casa para que ella comprenda y pueda así, entenderlo, aunque con ella sí es un poquito complicado porque a veces me entiende y a veces no. Y ahí es cuando tú como tutor tienes que ingeniártelas para desde una cosa tan sencillita explicarle lo que ella necesita. Y hay otra muchach… bueno, es una sobrina. Y ella, hay una conexión así, intensa, no sé, donde rápidamente me comprende y ella se expresa y se libera y creo que en ocasiones me veo reflejada en ella, y ella también está empezando con relaciones tutoras.”

Estos testimonios muestran cómo la habilidad para dialogar, adquirida en la escuela como resultado de la tutoría, redunda en una abundancia inédita de oportunidades de aprender y enseñar para todos los miembros de la familia. Esta abundancia abona a lo que Joseph Blatt llama “aprendizaje a lo ancho de la vida” (lifewide learning) –en oposición al “aprendizaje a lo largo de la vida” (lifelong learning)– para enfatizar que la mayor parte de lo que aprenden los estudiantes lo hacen fuera del salón de clases. Para Blatt y sus colegas, los medios son quizá la mayor influencia en los jóvenes, y también la mayor fuente de aprendizaje. [3] Sin negar lo primero, la tutoría resalta y revalora una dimensión social del aprendizaje.

Los exalumnos, como resultado de su experiencia, atisban un futuro para la tutoría más allá del salón de clases, como un factor no sólo de aprendizaje sino también de restauración del tejido social:

“[la tutoría] sí funciona yo creo que para todo el mundo. Hasta, no sé, hasta me gustaría que hubiera una escuela para joven… para los adultos ya para que entre ellos también se comuniquen, porque esta, la manera de trabajar la tutoría, creo que hace que te comuniques con todas las personas, no solamente dentro de una escuela, sino en la calle porque hay muchas veces en que te encuentras a una persona y, no sé, por vergüenza o porque no sabes cómo hablar con ella, no lo haces; y, no sé, a mí sí me gustaría que hubiera una escuela para adultos, abuelos, para todos para que se comunicaran entre ellos.” ~Juliana

“me puse a pensar que si mis compañeros y todos trabajáramos esta metodología, seríamos una asociación más grande, tendríamos la mente  más abierta y entonces podríamos expresarnos con todos, como nosotros quisiéramos, no nomás de una forma limitada, sino podemos expresarnos de una manera formal, educada y grande.” ~ Víctor

 

Conclusión

Urs Ruf, después de asentar la impredecibilidad del proceso de enseñanza- aprendizaje, agrega que “el diálogo no es un método para impartir más fácilmente un conocimiento disciplinar escrito sobre piedra y transportarlo a las cabezas de los estudiantes. Por el contrario, el diálogo es la acción esencial de la cual surge el conocimiento disciplinar y en la cual, a través de la palabra, este conocimiento refrenda su valor”. [1]

Esta forma de verlo nos libera de la presión por evitar que surjan ideas erróneas durante la tutoría entre pares. Estos errores van a surgir independientemente del método pedagógico que usemos. Mucho más importante, desde nuestro punto de vista, que transmitir a los estudiantes sólo ideas correctas acerca de un tema, es equiparlos con la habilidad de enseñar y aprender en diálogo, dentro y fuera de la escuela.

 

Referencias:

[1] Urs Ruf. El modelo dialógico de aprendizaje. En Aprender mejor en diálogo. Kallmeyer- Klett. Minden: 2008

[2] Richard Elmore. Reflexiones sobre la contribución de la tutoría al futuro del aprendizaje. Sin publicar, 2016. Disponible para descargar en:

http://54.198.123.86/reflexiones-sobre-la-contribucion-de-la-tutoria-al-futuro-del-aprendizaje/

[3] Elizabeth City, Richard Elmore, Doug Lynch. Redefining Education. En The Futures of School Reform. Harvard Education Press. Cambridge, MA: 2012

Agradecemos a los exalumnos entrevistados por su testimonio. En el canal de YouTube de Redes de Tutoría pueden verse ediciones de los testimonios videograbados de Sandra, Juliana y Víctor.