El a priori de la tutoría es que enseñar es un acto de amistad que tiene lugar en diálogo de iguales, aun cuando uno sepa lo que el otro desea aprender. A lo largo de estos años se ha encontrado una manera efectiva de hacer real y asequible a cualquier docente de educación básica esta relación con sus estudiantes. Es, hasta ahora, la intervención mínima que demuestra lograr máximos deseables en cualquier entorno educativo. Como lo han constatado investigadores reconocidos, la eficacia de la tutoría no depende de factores externos –edificio, equipamiento, materiales especiales, entorno social, etc.—por más que éstos sean deseables y aun exigibles. La intervención que basta es la de un compañero maestro que tiene el apoyo de la autoridad local, dispone de tiempo y viáticos para llegar hasta la escuela de alguien o de quienes se interesan en aprovechar la práctica tutora. El compañero justifica su trabajo con la promesa de satisfacer dos necesidades comunes en maestros de escuelas multigrado: manejar con seguridad y satisfacción profesional los temas que ofrecerá a sus estudiantes, y atender con equidad a cada uno para que no haya rezagados. La promesa se cumple al darle al maestro oportunidad de aprender a fondo cualquiera de los temas en los que se sienta menos competente. El tutor parte de lo que el maestro sabe para que, a través del diálogo, domine el tema y reafirme su confianza. La reflexión sobre un modo de aprender que permite recuperar la seguridad profesional, además de reforzar lo aprendido, enseña cómo atender personalmente a los demás. Así como el maestro tutor atendió el interés particular del maestro aprendiz, así el maestro aprendiz deberá hacer con cada uno de sus estudiantes. A la objeción habitual de no haber tiempo en la escuela para dar atención individual, la respuesta es dejar de pensar que el maestro tiene el monopolio docente y reconocer que todos los estudiantes son capaces de aprender y enseñar. Dominado el tema, habiendo reflexionado sobre el proceso de aprendizaje, el maestro aprendiz ofrece ese tema a quien se interese; con lo que profundiza en lo que ya sabe, demuestra la utilidad de lo que aprendió y se dispone a conocer no sólo otras maneras de abordar el mismo tema sino, sobre todo, apreciar el modo particular de proceder, los sentimientos y la disposición de los demás.

A lo largo de estos años se ha encontrado una manera efectiva de hacer real y asequible a cualquier docente de educación básica esta relación con sus estudiantes. Es, hasta ahora, la intervención mínima que demuestra lograr máximos deseables en cualquier entorno educativo.

Además de la anuencia de la autoridad, el tiempo y el viático para llegar hasta la escuela, el éxito del trabajo del maestro tutor depende de su energía personal y la de sus estudiantes, el recurso mejor distribuido en la humanidad. Es esta energía la que permite aprender y aprovechar lo que interesa, extender el conocimiento y generar comunidad. Lo más valioso es libre y al alcance de cualquiera. En estos rasgos se resume lo que un servicio educativo, sobre todo en escuelas multigrado, puede y debe lograr.

La práctica tutora sigue una secuencia general, indicativa, no prescriptiva, para poder acomodarla a situaciones diversas, abiertas siempre a la sorpresa:

  1. El tutor ofrece al aprendiz temas que conoce bien.
  2. El aprendiz escoge el tema que le interesa y se empeña en conocer.
  3. El tutor da el contexto necesario, precisa el desafío y la naturaleza del logro que obtendrá el aprendiz.
  4. El tutor interpreta, a partir de su experiencia, el proceso interior del aprendiz, para aportar la información que falte o para traer a cuento lo que el aprendiz conoce, pero no alcanza a relacionar con el desafío que enfrenta por cuenta propia.
  5. El proceso de aprendizaje fluye en ambas direcciones, de tutor que observa, diagnostica y apoya procesos diferentes, y de aprendices que siguen caminos distintos por los que llegan con frecuencia a soluciones alternas que sorprenden al tutor atento.
  6. El criterio de logro es la sorpresa y satisfacción del aprendiz de cara a su tutor.
  7. El aprendiz reflexiona sobre el proceso de aprendizaje, para aprender el arte de enseñar a través del diálogo, afirmar su capacidad de proceder de manera autónoma y ser juez de la verdad la bondad y la belleza de lo que aprende por interés.
  8. El aprendiz redacta su reflexión para recrearla, afirmarla y ejercitarse en la expresión escrita.
  9. El aprendiz expone en público lo que aprendió y el modo como logró superar obstáculos en diálogo con su tutor. Practica la exposición pública y reafirma y recrea lo que aprendió.
  10. Demuestra la utilidad de lo aprendido al ofrecer el mismo tema como tutor.
  11. Registra el proceso
  12. Discute y profundiza los conocimientos en comunidad de aprendizaje.

En México la práctica tutora tiene lugar actualmente en dos áreas donde se concentran escuelas multigrado, en el Consejo Nacional de Fomento Educativo (CONAFE) y en escuelas regulares, primarias y telesecundarias, en las que los maestros la continúan de manera independiente. En el CONAFE, donde la práctica tutora se probó parcialmente y sólo por un tiempo hace 22 años, ahora se asume como el modelo educativo de la institución. En los últimos tres ciclos el nuevo modelo Aprendizaje Basado en la Colaboración y el Diálogo retomó la práctica tutora. Actualmente un mismo lenguaje y la misma práctica enlaza a los niveles institucionales, desde los directores, jefes de programa, coordinadores regionales, capacitadores, hasta llegar a las comunidades con los líderes comunitarios, sus estudiantes y familias. La práctica tutora inteligible y practicable por todos, independientemente de edad o años de estudio, otorga al CONAFE una eficacia educativa poco común en organizaciones de alcance nacional.

En escuelas multigrado regulares de todos los estados hay maestras y maestros que continúan, en la medida de sus posibilidades, la práctica tutora, aun cuando no tienen ni apoyo oficial ni recursos adicionales –asesoría académica, intercambios o colegiados regionales. Estos docentes están convencidos de los beneficios de la tutoría para el desempeño profesional y al logro educativo y humano de los estudiantes. Los buenos resultados alientan la creatividad de estos maestros para buscar y encontrar acomodo a la práctica en el sistema regular, no siempre en armonía con los entornos convencionales. Además de maestros convencidos del valor de la práctica tutora, el trabajo de varios años ha producido generaciones de estudiantes promotores de cambio educativo en las instituciones de educación superior en las que continúan sus estudios, a partir de la favorable experiencia que vivieron en la primaria y/o en la telesecundaria.  

La implementación realizada, ha permitido:

  • Mejorar los resultados educativos en el aprendizaje de los estudiantes, sin centrar los esfuerzos en preparar a los alumnos para las pruebas.
  • Incrementar el dominio que los profesores tienen de los contenidos que imparten, sin que se genere malestar por lo que no saben, ya que la práctica tutora dispone la asesoría al servicio del aprendiz, sin emitir juicios sobre sus carencias.
  • Mejorar la interacción académica entre maestros, ya que la conformación de redes de tutoría entre ellos, se vuelve punto de partida para que las escuelas funcionen como colegiados para la mejora educativa.
  • Mejorar la convivencia en las aulas y las escuelas, pues la relación tutora fomenta el apoyo al compañero y elimina el sentido de competencia tan fomentado en la cultura escolar.
  • Si se implementa como un modelo educativo, no sólo como una estrategia adicional o compensatoria, permite construir un sistema educativo coherente centrado en generar mayor diálogo entre maestro y alumno para lograr aprendizajes con sentido.

Por el número de centros (sobre todo los comunitarios del CONAFE) y maestros que actualmente practican la tutoría, el modelo educativo más extendido en el país y que sabemos asegura equidad y calidad en multigrado, sería la relación tutora. Otros modelos menos extendidos, pero con propuestas innovadoras y logros demostrables, deben tener cabida para atender a la población más necesitada en escuelas multigrado. La promoción federal deberá seguir una estrategia de apoyo diversa, asequible, equitativa, incluyente, de la que se esperan resultados demostrables. Los criterios para otorgar apoyos y rendir cuentas públicas incluirían los siguientes aspectos:

  1. Modelos acabados o prácticas innovadoras que expresan con suficiente claridad su racionalidad educativa respecto al multigrado –diagnóstico, remedio, visibilidad de resultados.
  2. Prácticas basadas en la equidad y la inclusión. Todos, incluyendo los docentes reciben atención personal, acorde a su cultura, su lengua y sus posibilidades.
  3. La confianza y el afecto alientan la participación libre y descartan las imposiciones.
  4. La práctica educativa es visible y trasciende de alguna manera al resto de la comunidad.
  5. La intención de la práctica es extenderse a más escuelas, para lo que se invita a docentes de otras comunidades a ver sus ventajas y logros.
  6. Los modelos y las prácticas dependen de recursos ordinarios y extraordinarios, pero no extravagantes, a fin de hacerlos asequibles a todos.

La estrategia de apoyo implica organizar la participación de los diversos promotores en un colegiado en el que se compartan logros y dificultades, se generen conocimientos, se difundan y publiquen y con todo ello se tomen decisiones en favor de maestros y estudiantes de escuelas multigrado. En la medida que el multigrado se transforme, el cambio tendrá que impactar en el resto de las escuelas de organización completa. No es aventurado esperar, por las transformaciones que se ven y lo que investigadores notables pronostican, que una de las motivaciones de maestros y estudiantes de escuelas multigrado será verse como vanguardia del cambio que seguirá el resto del sistema educativo.