En el México actual, un desafío perentorio es la búsqueda de la justicia social. Asumiendo que todos los ciudadanos somos personas libres y nacidas iguales, la idea básica de justicia social es asegurar para todos el acceso a oportunidades similarmente favorables y asegurar que, como resultado de su esfuerzo hacia un fin considerado socialmente valioso, todos reciban una recompensa justa. La educación obligatoria es una de las oportunidades que el Estado mexicano ha logrado asegurar para casi todos sus ciudadanos y, en las dos décadas pasadas, el enfoque de la política educativa se ha movido de la cobertura hacia la calidad con equidad. Las preguntas centrales de este debate se pueden plantear como: ¿qué constituye una educación de calidad? ¿Cuáles son los componentes esenciales que deben ser provistos para garantizar el derecho a una educación de calidad, incluso para los estudiantes que enfrentan condiciones menos favorables?
La presente publicación es una contribución a este debate. Presenta una experiencia de innovación educativa que ocurrió en la telesecundaria de El Pescadero, una comunidad nayarita de alrededor de 300 familias. Durante tres ciclos escolares, un grupo de cinco maestros recién llegados a esta telesecundaria transformó su práctica educativa cotidiana: abandonaron las clases frontales y crearon espacios de diálogo personal con sus estudiantes; abandonaron los exámenes y adoptaron las demostraciones públicas y las tutorías entre pares como evidencia de dominio del contenido. En este nuevo entorno de aprendizaje, los estudiantes encontraron un espacio de intenso rigor académico y, al mismo tiempo, de profusas interacciones personales. Hijos e hijas de pescadores que no se veían a sí mismos heredando este oficio comenzaron a creer en la posibilidad de volverse profesionistas. De la experiencia narrada en este documento se derivan claves para responder a las dos preguntas del párrafo anterior.
Lo que hace esta publicación especialmente valiosa para el debate sobre calidad y equidad educativa es, en primer lugar, que la autoría es de los actores educativos mismos y, en segundo lugar, que presenta tanto los antecedentes que permitieron a los docentes crear la comunidad de aprendizaje en El Pescadero como los resultados de esta innovación en la persona de los chicos y chicas, hoy universitarios, que la vivieron. En total, 6 de los protagonistas de esta experiencia narran más de una década de experiencia educativa—desde 2008, cuando el Proyecto Comunidades de Aprendizaje entró a las telesecundarias nayaritas, hasta 2020, cuando una camada de exalumnos, ahora en la universidad, tuvieron que sortear el reto de estudiar en línea por el confinamiento.
La introducción brinda un panorama de la experiencia, incluyendo una mirada al pueblo de El Pescadero para que el lector pueda familiarizarse con el contexto. En el primer capítulo, el maestro Hernán Plantillas narra la experiencia de construir y sostener durante tres años la comunidad de aprendizaje de la telesecundaria de El Pescadero, así como las tribulaciones de hacerlo sin el apoyo de la autoridad educativa. En los capítulos 2 a 5, cuatro exalumnas de Hernán, hoy estudiantes universitarias, narran su experiencia de aprendizaje en la universidad pre- y pos-pandemia, se sinceran sobre aspectos de su vida personal y académica, y expresan su perspectiva sobre cómo mejorar la educación universitaria. El capítulo 6 es una autobiografía matemática de Moisés Rivera, otro de los exalumnos de Hernán que narra con sin igual candor el reto que ha enfrentado para acceder a una educación universitaria. Cada una de las voces contribuye a que el lector imagine la totalidad de la experiencia vivida. Finalmente, extrae sus conclusiones el doctor Gabriel Cámara Cervera, iniciador del Proyecto Comunidades de Aprendizaje y actual Consejero Técnico de Educación Básica para la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (MEJOREDU).
Esperamos que esta publicación contribuya a la búsqueda, intensificada en el marco de la Cuarta Transformación, de nuevas perspectivas en educación básica que reconozcan y liberen intencionalmente el recurso humano mejor distribuido: nuestra capacidad de aprender en comunidad.
Finalmente, agradecemos a la Fundación SURA por su co-financiamiento del proyecto Tutores Intergeneracionales en Nayarit, del cual es parte esta publicación.
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