A todos nos ha pasado que al contar lo que pasó en algún evento, alguien más que estuvo ahí tiene una versión diferente de la nuestra. A veces las inconsistencias giran en torno a los datos en sí (en qué día se pelearon dos amigos, por ejemplo), y basta con verificar los hechos para eliminar cualquier duda. Sin embargo, en otras ocasiones el desacuerdo está en la manera en que interpretamos lo que sucedió. Es decir, puede que cada persona tope puntos parecidos en su relato de un evento pero de una manera que te da imágenes completamente distintas. En el ejemplo de la pelea entre amigos, puede que lo que uno te cuente como un chiste inocente, el otro lo recuerde como un insulto muy fuerte.
Lo que pasa con la Historia no es tan diferente. Si bien todos podemos hacer referencia a una misma lista de fechas y personajes de la Revolución Mexicana, su relación, importancia, y consecuencias están sujetas a interpretaciones. Políticos, comentadores, e historiadores hacen argumentos sobre lo que significan estos eventos en relación a la historia del país, a ideales nacionales o globales, y a nuestras realidades de hoy. Por lo tanto, la importancia de la Historia no está sólo en saber nombres y fechas, sino en comprender cómo la complejidad de cualquier suceso da forma a argumentos e interpretaciones.
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